Los incompetentes y los ‘esprin breics’ de Miramar

El saldo que dejó la Semana Santa es relativo; lo que ve la autoridad y lo que ve el paseante.
Este último finalmente, pese a los contratiempos, que son muchos, trata de que su día frente al regalo de la naturaleza, no lo manche una toalla femenina tirada en el suelo, un vidrio de botella, un sujeto ‘miando’ en la llanta de un auto; o un policía con malos tratos, estresado por el sol. No, se divierte, ríe, salvo sus excepciones.
Sin embargo, frente a las postales coleccionables de la autoridad, cifras rimbombantes e inexactas, está la percepción ciudadana que Miramar, nada más no crece, y que la administra un cirquero.
Ya sé, dirán “a este cuate nada le gusta” “síndrome de las jaibas” etcétera, pero este escrito describe algunas de las quejas que el turismo dejó, además de su dinero, en la zona conurbada de la huasteca, aún más, las de los propios tamaulipecos.
Filas tediosas y flujo limitado y sin orden para ingresar; desorden en los estacionamientos; prepotencia; baños derramados; reflejos de la incapacidad en la atención al turismo.
Al día siguiente la postal era una playa sucia, violada por el consumismo y la versión
mexicana del ‘esprin breic’, e insisto, administrada por la incompetencia.
Aunado a ello, hay factores fuera de la playa que le repercuten como inseguridad, un Centro Histórico superado por sus vicios locales o la falta de voluntad política para obligar a resolver el pésimo estado de las carreteras de Veracruz que conducen a Tamaulipas.
El problema es que para muchos comerciantes, este es su aguinaldo, su época de oro.
Si el gobierno no deja de ver estas temporadas como una oportunidad de recaudación, en lugar de un potencial posicionamiento de la zona para que el turismo no dure solo cuatro días, Miramar seguirá siendo un destino carente, arcaico y sin mayor crecimiento que aspirar a seguir inflando cifras.

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