El 'Águila Negra' y la casa de los abuelos

Cada verano, luego de 9 o 10 horas de carretera para alegarse de la hoy CDMX, seguían un par de horas de camino, la mitad, de terracería.
La travesía, extrema para la infancia, tenía clímax de fondo: la casa de los abuelos; del desgranado de mazorca de maíz al molinito para la tortilla - esa sí- recién hechecita; la limpieza - esa también- del agua de pozo; el chorro en un extraño bosque selvático, un miniparaíso en el monte, el café con pemoles de Chanita; el olor a casa de adobe.
Había que paliar con algo, mosquitos y mosquiteros, sin energía eléctrica, o sea, no caricaturas.

De ahí, decenas de historias de verano, de juegos de niños, de la cercanía de la naturaleza, del contacto directo con la huasteca.
Ésta y la falta de energía fueron en una peculiaridad, un recuerdo eterno en particular.
Mi viejo, Gabo -mi abuelo-, tenía una vieja radio gris, esas que eran comunes en las 'fayucas'. Llegando por pilas gordas -tipo D- para alimentar el alma. La sintonía era con la música del corazón de la huasteca: el huapango.
Una estación que mentiría si digo que recuerdo, mostraba los violines, los versos, el zapateo finticio, las sonrisas de los abuelos y de mi madre, pero todo tomaba otra forma cuando empezaban los buenos "los cantores".
El volúmen subía poquito más de lo normal con el falsete del ''Aguila Negra'. No importaban tanto los acompañantes, pero sí la inconfundible voz de este hombre.
Con los años, era de reconocerse que en cualquier rincón de la huasteca veracruzana, potosina o hidalguense, donde más hincado está el diente de Don Everardo, era este hombre lo más representativo del huapango,su lírica, bandera del estilo que reinó las décimasde la segunda parte del siglo XX.
 Aún así, siendo el hombre más reconocido aún existe también ignominia en su nombre y su legado, porque la huasteca es así, alejada de sí misma, dividida por el colonialismo global, por la pena del indio.
La cultura está devaluada porque no se consume, y quien la promueve, tampoco la consume. "No sabía"; "Tengo que checar bien la información" hasta un "Disculpa, no sé quién es".
Seguro al final, si cargas un casete, un disco o un mp3, quizá hasta un smartphone con YouTube activo para reporducir algunos versos de Los Cantores del Pánuco, cualquiera que primero responda "¿Quién es ese?" terminará reconociendo esa voz en lo alto de los tonos, del huapango y la huasteca, entenderá que tan simbólico e incónico es. Y entenderá, que pésimo está el trabajo de la promoción cultural.
Mientras tanto, si pongo El Caballito, yo regreso Al Carrizal, a ese terreno semi serrano, a mi vaca pinta que nunca fue mía, al chorro de agua fresca, al café y el molinito, a la risa y el regaño de mis abuelos y a esa grabadora de antena, hasta que se acabaran las pilas gordas.


PD Por la calidad de la foto la tuve que robar a Carlos Manuel Juárez. Disculpa y agradecimiento simultáneos.

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