Periodismo cultural contra la violencia

¿Los mexicanos somos incultos o violentos?
Yo no lo creo. Quizá no hay consumo de la ‘cultura mundial’, pero México tiene un enorme estante.
La evolución de la cultura es tan dinámica como su sociedad; o tan estática como su falta de desarrollo; y tan vulnerable a los fenómenos internos o externos, que se transforman con ellos.
Una familia, una comunidad, una ciudad, una región; un país, raza o grupo; en el apetito o hambruna de su conocimiento, sucumbe en una justa dimensión ante aquello que agita sus costumbres, y de tan fuerte empuje, se incrusta, luego se arraiga.
Así, una tragedia natural, una gran guerra, una obra de alguna de las bellas artes o una nueva tendencia, revuelve y da un nuevo valor.
La violencia, como fuerza natural, es una de los grandes motores para la evolución de la sociedad, se imprime en la historia y modifica todo acervo, sentimiento, costumbre y tradición; todo depende de la fuerza como se inserta y lo débil o ávido de la identidad.
Así fue desde las primeras tribus que se expandieron en base a la superioridad y la opresión, dejando vestigios en sus oprimidos; forjando la historia y la cultura mundial; y luego tabique sobre tabique; sangre sobre sangre; libro sobre libro; en una constante reconversión de la humanidad. Todo finalmente es cíclico.
Hablo de la cultura desde su más simple y rico significado, el de la identidad de los grupos, lo que hermana, lo que se valora, lo reflexivo y que descubre en la belleza de sus expresiones, un enriquecimiento constante, un homenaje del día a día a la de grupo, de nación, de raza o humanidad, el del valor del testimonio.
Pero en un país de mal funcionamiento, falló la política cultural. Marginación, pobreza, educación, valores, los principales enriquecedores de la cultura son débiles; quedó al descubierto un alto grado de insensibilidad en los individuos, una devaluación identitaria.
Además, otro de los problemas quedó en la aparente confusión de muchos artistas, promotores, y periodistas, ni siquiera toco a los políticos, de la cultura con las bellas artes.
El sentido de ‘culto e inculto’ como un elitismo que segrega y que pone esas barreras que cada cierto lapso se ponen de moda. Las bellas artes son la máxima expresión de la cultura, pero no lo son todo.
En lo que va de este siglo, la violencia salió de sus proporciones ¿normales?, por el empoderamiento del crimen organizado y la usurpación de las garantías del estado, y en muy poco tiempo, invadió todo, la forma de vida del mexicano y nos está modificando la cultura.
¿Somos incultos? NO. El colorido bagaje mexicano disfruta en su vida diaria, en sus tradiciones y su costumbres, del albur, del sexo, de los ídolos paganos, de una religión, o dos; desde el salvajismo azteca; el arte Frida o su estandarte en la lucha de la feminidad; hasta un héroe ficticio como El Santo. Hasta Alarma! es parte de la cultura mexicana. Un baluarte de la violencia y el morbo.
Hoy somos víctimas y protagonistas de la narcocultura, pero es una tendencia, una moda, que tampoco es novedosa del todo; esto tiene antecedentes explícitos en la literatura, la pintura, la música y el consumismo del siglo XX.
El salvajismo de las viejas civilizaciones; la violencia del nuevo civilizado contra el indio; el machismo, el amor a la muerte; las guerras; los grandes villanos; la opresión. ¿Acaso México es históricamente oprimido?
Por eso me encanta el acertado tino de John Kenneth Turner para nombrar nuestra realidad histórica y heredada, México Bárbaro.
Porque los fenómenos de la violencia han existido en sus proporciones, como dije, en la justa dimensión de su estatus y contemporaneidad, de sus necesidades y sus gustos, cada cierto tiempo, son el pináculo de cada crisis, y necesarios.
Insisto, hoy lo que vivimos es una crisis identitaria.
Decir que la cultura no tiene responsabilidad es errónea, porque la propagación de criminalidad no se atribuye solo a la marginación y la pobreza; ser parte es aspiracional.
Por eso los fenómenos de violencia hicieron efecto tan rápido, los nuevos lapsos históricos por su magnitud son imborrables, incapaces de ser ignorados, pero tampoco queremos ignorarlos.
La mayoría conocerá a Pérez Reverte pero no a Juan Villoro, nuestro homenajeado en la Filey; ¿Luis Buñuel o Luis Estrada?
Esto es un ejemplo, somos un país consumista. Frida Sin Salma estaría devaluada.
Es tema de ignorancia de la gran gama cultural nacional, incluso, mundial, pero no hay ignominia ni verdad eterna.
Pero todo debe retomar un cauce; y veo, en estados como el que represento, Tamaulipas, que reflejan en su forma de vida, de divertirse o de culturizarse, vivir con la violencia, (bromeábamos de que Tamaulipas estaba llenos de pueblos mágicos por los seis mil desaparecidos) interesantes efectos positivos y potencialmente sanativos:
Que desvinculan el concepto bellas artes asumido como cultura, se redefinen, y luego se revinculan.
Que las políticas culturales optaron por extenderse: importado de Querétaro crearon colectivos comunitarios, donde la gente de su comunidad crea lo que les identifica.
Extienden bellas artes y cultura a todos los rincones. Impensable en nuestra cultura arcaica.
Los promotores y gestores, oficiales, formales o alternativos, cambiaron sus discursos elitistas por el activismo y la necesidad de contagiar, de prestar la belleza de la cultura y su máximas expresiones, a cualquier generación.
Acaba de tener el estado festival de arte para niños de 0 a 6 años.
El huapango, recluido en sus pueblos de origen, fue sacado nuevamente y expuesto como un valor indescriptible. Etcéteras.
Hoy Ni siquiera puedo pensar que un solo escritor, pintor, escultor, cineasta, dramaturgo, coreógrafo, un hombre de expresiones, de proyección cultural y artística, piense en una obra sin suspirar la violencia, sin respirar y exhalar la paz, su principal antogánico.
Pero la cultura, repito, es aquello que identifica, y en la mayoría de los comunidades, sus mayorías desconocen qué los identifica, qué les enriquece y debería enorgullecerlos, y se nutren de lo más común, de las costumbres, y en este momento, estamos acostumbrados a la violencia.
Las sociedades necesitan saber de sus escritores, de sus pintores, por qué su gastronomía, porque comen la que no lo es; su historia y sus héroes; sus penas y sus vergüenzas; su comedia; y no se puede mientras todo se mida en élites; y poniendo abajo la que nace en dialectos.
Los fenómenos de violencia cambiaron la cultura, la forma de verla, de promoverla, de consumirla, porque es nuestro reflejo.

(Escrito para cuarta y última mesa de debate en Encuentro de Periodismo Cultural de la Feria Internacional de la Lectura de Yucatan)

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