Un día sin militares

"Una ciudad con soldados en la calle, habla de una situación extrema".
Las palabras del especialista en seguridad, Edgardo Buscaglia ahí se mantienen, y efectivamente, son la realidad de México, tan graves como la militarización colombiana entre los ochenta y los noventa del siglo pasado, o como la que vive Brasil.
Imaginar siquiera por asomo esa desmilitarización del país es algo impensable y provoca miedo, ¿Quién nos defendería?, ¿una policía dudosamente nueva?, ¿un monstruo de Frankestein poiciaco, armado de viejas piezas y nuevos valores, y un sistema de comando multi autónomo?
En algún momento platicando especialistas en seguridad del Instituto para la Seguridad y la Democracia (Insyde) pusieron sobre la mesa el futuro incierto de la seguridad de México cuando, por ley, deba tener 32 policías únicas, y dejar que las Fuerzas Armadas regresen a los cuarteles. ¿volveremos a ser vulnerables sin ese escudo camuflado?
No hace falta decir que hay estados como Tamaulipas donde ha sido tan difícil formar un grupo de policías confiables, aparte de la poca respuesta a las convocatorias, ponen en duda esa cuenta regresiva para ser cuidado pos nuestros propios policías.
También hay que exponer que el proceso de certificación policial tan comercializado por los gobiernos federal y estatales, adolece de cierta certidumbre. ¿Es posible que en tan poco tiempo se haya formado una red de centros de capacitación y certificación tan imperantes, con manuales y procesos específicos que permitan cambiar la idiosincrasia del sistema policial?
Por otra parte las estadísticas en el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, también muestran que pese al apoyo heroico del Ejército o la Marina, la seguridad, tanto del fuero común como los llamados Delitos de Alto Impacto, se mantiene variables pero sobre su misma tendencia desde hace por lo menos cuatro años (extorsión, secuestro, robo de auto con violencia, entre otros).
Por lo menos así lo marcan los números en estados de gran riesgo como Nuevo León, Chihuahua, Tamaulipas, Sinaloa, Veracruz o Michoacán, por citar algunos.
El problema en México sigue siendo la corrupción en la que se desenvuelven los protocolos diarios de la mayoría de los mexicanos: el compadrazgo, el influyentismo, las mordidas.
Más allá de tener fuerzas capacitadas, dignas y bien remuneradas que puedan enfrentar a los ejércitos civiles tan regenerables del crimen organizado, es necesario sostener la bases del civismo y la recuperación de la identidad de la sociedad mexicana.
Porque la constante regeneración de las fuerzas delincuenciales, viene de la mano de problemas sociales como la pobreza, la mala educación y la falta de empleo digno, que convierte al crimen organizado en una “empresa” con una bolsa de trabajo rentable para muchos.
Mientras tanto, un Presidente de la República, Enrique Peña Nieto que aplica un madruguete al espectador afirmando una mejoría en algunos rubros en estados de alta incidencia, principalmente en la escuadra roja del norte del país.
También mantiene el regocijo calderonista de vanagloriar logros como la detención de la mitad de los objetivos en capos del crimen organizado, sin embargo, en los que no se ha logrado abatir ningún cártel.
México sigue ataviando de proyectos impresionantes para reformar (por cierto palabra de moda) los sistemas de seguridad y justicia de un Estado vulnerado y temeroso, pero en los cuales, no ha podido dejarse certidumbre de que las cosas vayan mejorando como individuo en turno magnifica.

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