Regina, la fragilidad de la libertad de expresión mexicana


El caso del asesinato de Regina Martínez, es una marca que nos duele a quienes intentamos interpretar mensajes y transmitirlos, a quienes damos forma a las letras, pero sobre todo a quienes buscamos todos los días la verdad.
Nos duele porque colega de oficio, muestra la realidad en la que miles de comunicadores desempeñamos una de las tareas más riesgosas de la era actual, inmersos en una nueva modalidad de esclavitud moderna, la de las letras.
Por nada México lleva más 70 comunicadores asesinados en los últimos años, la herencia de la corrupción que solo hace evidente de quienes plasmamos las letras públicas, a una realidad que viven otros 100 millones de mexicanos.
En una red social de las que tanto fanatizo, leo sobre la corrupción de los medios, pero la interpretan en los reporteros, media verdad media mentira.
Lo cierto es que muertes como la de Regina nos dicen que es una realidad parcial, injusta e irónica, de risa y de coraje para quienes alguna vez hemos sido amenazados ó para quienes hemos sido censurados.
Nos enseña a escribir con tinta de miedo, a pensar dos veces antes de teclear una palabra, una frase o una línea. Nos enseña a no olvidar decir te quiero todos los días a quienes queremos.
Fácil es criticar desde afuera.
Hace casi cuatro años una patrulla policial me sacó de la ciudad y me llevó a un área de cultivo, ahí asimilas el valor de las letras y el valor de la vida, a veces.
Quienes han tenido una historia similar lo entienden.
Quienes forjamos la información que surge en la calle y el escritorio, en los archivos y en los rumores, vivimos en la encomienda de una historia apasionante, que se limita en la expresión, que como los mojados piensa dos veces si cruzar el río para asumir el riesgo más grande.
Nuestra frontera hoy es doble, la institucional, la de los gobiernos y sus itinerarios y la del gobierno inmoral, la del yugo.
Regina y los otros que se van en medio de la encomienda diaria, son el testimonio viviente del periodismo mexicano, de la fragilidad del medio y la paradójica esclavitud de la libertad de expresión.
En medio de ese duopolio, el del gobierno inmoral y la inmoralidad institucional, nos pone entredicho que incluso, una legislación para proteger periodistas es más un compromiso moral, pese a buena intención, que una cubierta para quienes de intentamos luchar armados con una pluma, un compromiso moral, o para quienes blindamos de silencio el trabajo diario.
La realidad de los comunicadores es la realidad de todos, lo mismo de quienes expresamos una verdad que aquél que la denuncia ante una fiscalía.
Yo no conocí a Regina pese a estar en el mismo Estado, el rojo Veracruz, y estoy lejos de ese nivel, pero duele, duele porque algunos si nos olvidamos por momentos de nuestras familias por ese compromisos social, el de pasar encima del miedo.

Comentarios

Livia Diaz ha dicho que…
Gracias flaco.
Maggie MK Alvarado ha dicho que…
Esto demuestra que la palabra ha sido y seguirá siendo una de las armas más peligrosas que existen, que cada vez menos somo capaces de sostener y que millones de veces en las que hemos callado, potencializamos al rival a vencer y minimizamos lo que debería ser el pan de cada día; LA VERDAD.

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