Nos venden la política que compramos


Hace años, en una conferencia ante universitarios, Federico Wilkins, entonces productor cubano de Televisa, respondió tajante a las preguntas incidentes, constantes como bombardeo, y más como descalificativos masivos que como cuestionamientos, sobre su producción de lo que se llamó “televisión basura”, talks shows de contenido morboso, que era lo que el mercado pedía.
Ejemplificó que haber producido la serie de Enrique Krauze, México Siglo XX, no era tan rentable como poner a supuestas familias y sus problemas familiares, expuestos al público, “si no  nos olvidamos que la televisión es un producto de mercado, pues entenderán que hacemos lo que las masas quieren”.
Es tan fácil recordar, que Vicente Fox Quezada, llegó a la Presidencia de la República en 2001, afamado por ponerse orejas grandes en el Congreso de la Unión, el famoso “hoy, hoy” en el debate de candidatos, sus botas y su lenguaje pintoresco, mas a doc con un original personaje de la cultura mexicana.
Salvo la histórica elección de 2006, que se planteó desde una plataforma quizá un poco más seria, aunque no exenta del protagonismo de los candidatos y de alguna puntada de la política, el interés de la ciudadanía al electorado está regido por la controversia, la descalificación, las filtraciones de información, los rumores y los ídolos caídos.
Es lo que capta la atención de los indecisos, y que incluso en ocasiones se dicen pensantes.
Los militantes, los convencidos es difícil cambiarlos de opinión, porque su decisión se rige en base a un fanatismo al partido a algún líder, y cambiarán de intención de voto si éste último, llega a tener un desacuerdo con al organismo o el candidato.
Pero aquellos que se deciden a votar o no hacerlo, son expuestos a las descalificaciones más que a la propuesta, porque es lo que le gusta al votante, saber quien está recibiendo dinero, quién se reunión con quién, si hay algún noviazgo, y hoy particularmente, quién tiene nexos con el narco.
Debemos creer que esto no está exento de la política y es parte de ello, de ahí que deba hacerse a la luz, y eso tendría naturalidad, pero de eso a que sólo seamos expuestos a las guerras sucias y al protagonismo, más que a recibir una explicación y argumento a lo que necesitamos resolver, desde donde y como.
El electorado recibe lo que quiere, recibe política basura porque es lo que compra, escuchar una plataforma económica, política y social desgasta el interés, y eso habla, no mal de la política, sino de la falta de intención del país por regular y poder entonces, controlar su vida política.
Pensar en un referéndum o alguna estrategia mayor, para buscar el cumplimiento de la función pública parece lejano, cuando no se tiene la intención de involucrarse con “la aburrida y deshonesta política”.
Los votantes, cada uno tiene el derecho, pero también la responsabilidad de analizar la propuesta, de exigirla, y de decidir si rojo, azul, amarillo ó blanco, su anula o si no asiste a la casilla, también válido.
El IFE y las autoridades no pueden culpar solamente al ciudadano de la apatía, sino buscar estrategias; ni el ciudadano a los políticos por su poca oferta, sino involucrarse, pensar y creer en un proyecto, y exigir su cumplimiento, o desistir y aguantar lo que venga.
Definitivamente la alternancia del 2000, la elección del 2006, el retorno del PRI a muchos estados, ponen en una situación especial al país, electoralmente hablando, si el ciudadano detecta en esos resultados, que de su mano está el cumplimiento o voto de castigo a algún partido o político, pero ese tiempo sin duda no será eterno.
La intención del voto ha ido creciendo, pero la teoría de la crisis, indica que siempre sobreviene una baja, y esta podría estar cercana, si en verdad no se aprovecha la oportunidad.

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