Una activista menos

Hace meses pronuncié el poderosísimo capital político que representaría una figura idealista para encabezar un proyecto político.
Evidentemente me equivoqué en la forma, pero no en el fondo.
Mi relato hablaba estrictamente del personaje social que representaba Javier Sicilia, su movimiento social y su imagen en el público, el impacto instantáneo para un país que necesita héroes de carne y hueso, y no aquellos que simbolizan nada, representando fantasmas de la esperanza.
Ahí enuncié el viejo mito del subcomandante Marcos. Animal domesticado o bien, siempre de circo.
Sicilia se erige, desde una de las víctimas de la guerra del Presidente Felipe Calderón contra el crimen organizado y su arraigamiento de corrupción, como parte de los gritos contenidos por el miedo, la zozobra, la impotencia, la misma cobardía, en la esperanza y la imagen de cientos de miles de mexicanos que ya han sido, de una u otra manera, víctimas colaterales.
En ese punto, me parecía que la imagen de un personaje tan fuerte, podría ser canalizado políticamente, sin embargo apelé a la intelectualidad del escritor, de mantener como un poema contra el conflicto social, y como activista, y no caer en las garras del poder.
El activista debe ser eso, activista, para generar un balance.
Sicilia contradijo mi teoría, Isabel Miranda de Wallace no.
La madre de aquel joven secuestrado y asesinado por bandas criminales, que encabezó también una historia sangrinta que sucumbió a una sociedad y que alentó a miles de mujeres al iniciar una investigación propia del paradero de su hijo, sin recurrir totalmente a las investigaciones, es valiente mujer, recibió la propuesta de encabezar al Partido Acción Nacional en la contienda por el Gobierno del Distrito Federal, y aceptó.
La bandera de todas las madres que lloran o temen llorar por sus hijos, comienza un proyecto político y deja el activismo, porqué será muy difícil que se mantenga al frente, sin toparse con u sistema que le ha dado muchos puntapiés al propio ejecutivo federal.
La proyección de la señora Miranda de Wallace, no habla mal de ella su postura y su convicción, pero si de un Pan que está buscando utilizar una imagen que tiene aceptación por ser víctima, sobre todo ante la falta de militancia de fuerza en la capital de la república.
Nos quitan una activista, y nos dan otra política.

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