¿En busca de Carmen?

No es difícil entender como en un momento, un impulso, una palabra, por pequeños que parezcan, pueden convertir las dudas en decisiones, y una de ellas a su vez cambiar el rumbo de una vida.
Ese presente, que tras el tiempo se transforma del amor, de la pasión, las sensaciones y el propio sentimiento, a la costumbre, hastío, en la represión de sueños y anhelos, cariños que inventan corazas de frustraciones, y que se alimentan de deseo, de vuelos entre el pasado y el futuro, poco o mucho alejados del momento.
En ese momento David Toscana trasmite el sentimiento frustrado de dos épocas, la leyenda de Juan Capistrán a mediados del siglo XIX en Tula Tamaulipas, la pérdida del amor en medio de la tragedia natural de un pueblo sin futuro, y la de Froylán Gómez, un escritor que tras conocer a un viejo en un asilo, conocer su historia, e intentar comprender para transcribir su leyenda, hasta convertirla en su propia vida, ambos con el deseo llamado Carmen, un Carmen en sinónimo de sacrificio, de deseo.
El mismo autor relata que Froylan, su amigo, perdió el sentido de la realidad por encontrarse con un fantasma y darle forma de mujer… su auto es encontrado en ahogado en río, pero el cuerpo del escritor no, días después la esposa del desaparecido, busca al autor del libro para entregarle los escritos, entre memorias de Capistrán y expresiones ocultas del mismo Froylán, que determinan a la “viuda” a creer que su esposo se escapó con una mujer llamada Carmen.
En medio de una travesía aventurera, del desencanto, del salvajismo y la inocencia innata de un pueblo recién erguido y esperanzado en el centro de Tamaulipas, y al final, olvidado, Estación Tula encuentra recovecos que la literatura actual no asoma fácilmente, que recuerdan que todo mundo tiene una Carmen, ese escape que todos encontramos, pero que no siempre se logra identificar y que termina en una vejez aislada y sazonada con recuerdos.

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